Homenaje a Le Corbusier

  • Tipo: Escritos
(Conferencia pronunciada en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, septiembre 1965) Hace mucho tiempo, Le Corbusier me contó una aventura que me hizo estremecer. Sucedió poco después de la última guerra. El nadaba en el Mediterráneo, en un mar algo picado, lejos de la playa, y una lancha cris-craft que daba vueltas por las cercanías embistió en su dirección pasándole por encima a toda velocidad. La hélice le desgarró el pecho y el vientre, y enseguida se vio envuelto en el rojo de su sangre. Concentró entonces todas sus fuerzas para no desmayarse, sabiendo que en un desmayo se le iría la vida; hizo un inmenso esfuerzo, y deslizándose apenas, pudo llegar a una boya que la providencia había puesto cerca del lugar. Se prendió a ella, sin fuerzas para poder subirse. Le Corbusier me contaba de los minutos que pasaban, de la lucha para no soltarse y del agotamiento. Por suerte, cuando ya no podía más fue apercibido desde otra lancha que le salvó. Cuando Le Corbusier terminó esta historia, yo estaba con la piel de gallina, no sólo por el relato en sí, sino también porque, en ese momento, por esas fuerzas misteriosas de la vida aun inexplicables para nosotros, intuí que ese gran hombre me estaba presentando una imagen anticipada de una futura realidad. En verdad, como cierre del ciclo de una extraordinaria vida, podemos considerarlo un gran final. Pero, para la humanidad y para su obra, su muerte es evidentemente una gran desgracia. Su obra le necesitaba mucho todavía. Me preocupa el porvenir de esta obra y es sobre ello que quiero hacerles a Uds. un pedido. Me obliga a ello y me autoriza a hacerlo, el gran afecto, reconocimiento y admiración que yo tenía por Le Corbusier, y también el afecto y estima que él tenía por mí. Le Corbusier, como Einstein y otros pioneros, abrió la brecha para el advenimiento de esta gran etapa que comienza para la humanidad. Ellos fueron la punta de lanza, la fuerza de choque, con sus ideas geniales, su maravillosa síntesis y algunas aplicaciones concretas. Le Corbusier se distingue de los otros pioneros por la proyección social de su obra y por haber tratado de aplicar a la vida de los hombres el conocimiento científico, creando, al mismo tiempo, una obra de arte. De ahí la gran distancia que lo separa de los demás. De ahí la posibilidad de llevar a la vida de los hombres no sólo la belleza sino también –y esto es muy importante- la felicidad. Durante esta primer etapa de gran cambio en que actuó Le Corbusier, a pesar de su inmensa energía, su poder de concentración y su capacidad de realización, no pudo realizar muchas cosas. En verdad realizó mucho en medio de tantas dificultades, pero esta realización es pequeña, comparada con las grandes cosas que creó e imaginó. La Ville Radieuse tal como la concibió Le Corbusier y publicó en el libro que lleva el mismo título, está muy lejos de haberse realizado. El taller de Le Corbusier podría hacerse cargo de la misión de retomar sus grandes temas y llevarlos a la realización. Imagino a este taller, organizándose poco a poco, consultando a los hombres notables que él mismo formó y apoyándose en la experiencia de ellos. Lo imagino aprovechando las circunstancias de que, como siempre, es sólo a la muerte de un gran creador cuando el mundo comienza a valorarlo y a escucharlo. En esta oportunidad, la inmensa obra de difusión hecha por Le Corbusier podría desatar una avalancha de opiniones favorables para intentar la construcción de una gran ciudad moderna en un país moderno. Dadas las condiciones actuales considero necesario el fortalecimiento del taller de Le Corbusier. Naturalmente en la continuación de la obra de Le Corbusier habrá que tener muy especialmente en cuenta que las grandes ideas estarán en la base, pero que las formas que las expresan, que cambian con el transcurso del tiempo, un día ya no serán exactamente como las que Le Corbusier había imaginado en su momento, y él mismo sería el primero en comprenderlo. Imagino a este taller como un grande y poderoso instituto de formación de nuevas generaciones y con la capacidad de realización de los grandes ejemplos. Es decir, lo que este taller representa hoy pero con un gran poder agregado. Si todos ustedes están de acuerdo y les parece bien, desearía que elevemos por el camino que corresponda, posiblemente a través de Su Excelencia el Sr. Embajador de Francia aquí presente, el pedido al gobierno de esa gran nación de que tome las disposiciones necesarias para proteger y dar grandes oportunidades al taller de Le Corbusier. Los resultados serán evidentemente favorables no sólo para la grandeza de Francia sino también para toda la humanidad.